domingo, 25 de octubre de 2009

El Panteón de los Recuerdos (Némesis).


Este relato lo recibí hace poco vía e-mail de parte de una persona muy entrañable que solicita se le nombre Némesis; lo dejo dentro de las historias felinas pues, como ya saben, aquí tenemos lecturas muy variadas, algunas para no querer y otras para soñar.




EL PANTEÓN DE LOS RECUERDOS.




Es bien sabido de milenios atrás que nada es completamente bueno ni completamente malo . . . todo se conjuga logrando un hermoso equilibrio que permite la sobrevivencia. Así como existe el sol y la luna, la noche y el día o el agua y el fuego, debes saber que de la misma manera han surgido dos tierras que aparentemente son opuestas y sin embargo, coexisten en el mismo universo porque son parte de una unidad (un todo), por ello no se pueden desechar ni eliminar una a la otra pues e llevarse a cabo quedaría la nada o la ruina. Te lo explicaré con detalle a continuación:

En mi onírico mundo arcano, existe un fastuoso lugar de hermoso colorido que es preservado de todo mal gracias a una poderosa magia que lo torna en el lugar más seguro que pueda existir o incluso imaginarse; este sitio en donde todo es bello se le conoce como “el Jardín Mágico” y en él reinan la beldad, la benevolencia y todas las cosas buenas; sin embargo, en ese mismo mundo de ensueño también existe un paraje tenebroso en donde las rosas negras crecen y los fantasmas yacen . . . este espacio es “el Panteón de los Recuerdos” . . . y no se le denomina de esta forma porque ahí residan todas las evocaciones que he tenido en mi vida, por supuesto que no, pues muchas de ellas aun permanecen vivas en mi memoria y corazón.

El Panteón de los Recuerdos es el lugar en el que he enterrado esas remembranzas que amenazaban con destruir no solamente mi vida sino -tal vez- mi alma inclusive; empero, al estar enterradas estas huellas autobiográficas no significa que ya no existan, de hecho, continúan presentes aun cuando se hallan recluidas. La puerta principal que es resguardada igualmente por una magia muy poderosa, aunque no de la misma magnitud que la del Jardín Mágico, ha aprisionado a los espectros habitantes del recinto impidiéndoles la salida, no obstante y a pesar de todo, algunos recuerdos han logrado traspasarla haciendo muy difícil la batalla para poder regresarlos.

Hoy, en contra de todo lo inteligente, voy a abrir sus puertas y adentrarme en él no sin antes decirte que tengo miedo al ataque de los fantasmas residentes o a la posibilidad de ser aprehendido por ellos. Entraré porque necesito que conozcas este paraje desolado pues, a pesar de lo aterrador que resulta (al menos para mí), es parte de mi vida, de mi pasado y tengo que enfrentarlo ocasionalmente para no olvidar a sus habitantes y no estar confiado transformándome en una presa fácil, en un ser más vulnerable a sus ataques.

Estoy ahí, sus puertas se abren a un deseo mío . . . tengo miedo, no puedo negarlo, la sola presencia de la maleza y de sus rosas negras me atemoriza; entrar es aún más difícil , pero ¿por qué lo hago? . . . es sólo para darte a conocer esa parte desconocida y, tal vez, la más angustiante de mí. Entro y encuentro varias tumbas, una de ellas es donde descansa el rencor que alguna vez le tuve a mi padre, no puedo dejar de recordar cuánto lo necesité en una etapa de mi vida en la que sólo anhelaba pedirle un consejo, esa parte de mí que necesitaba de conocer la maldad en el mundo y que fue desconocida, ese aspecto que los padres , quizá, deben dar a conocer a sus hijos puesto que la parte hermosa y buena, considero, les concierne a las madres . . . y mi madre hizo lo que le correspondía muy bien.

Sigo adentrándome . . . el miedo crece . . . entre más irrumpo en ese sitio los fantasmas son más fuertes y me hacen sentir nuevamente las cadenas que un día me aprisionaron, no obstante, no puedo dar marcha atrás, eso es imposible una vez ingresándose en este lugar tan tenebroso. Por todos lados hay rosas negras y arañas, los símbolos de mis temores . . . tengo miedo de caer y no poder levantarme pero sigo adelante.

Pronto encuentro una especie de altar en donde se yacen los pedazos de una espada de cristal, aquélla que me hirió el corazón traspasándolo hasta tocar lo más profundo de mi alma. Yo creía que el alma no podía ser herida y, sin embargo, definitivamente esto sí es posible aun cuando esta espada al penetrarme se rompió en mil pedazos quedando cada uno dentro de mi alma y corazón lastimándome segundo a segundo, minuto a minuto, hora a hora, día a día, semana a semana, mes con mes, año con año . . . muchos años lastimándome en cada latido de mi corazón; cada latido era martirizado haciéndolo sangrar con aguda crueldad. Cuántas veces el dolor punzante me hizo desear la muerte, cuántas veces más anhelé quitarme la vida a causa de ello. Hoy sólo tengo el recuerdo de que alguna vez, en algún templo, una fuerza divina logró sacarme los fragmentos con lo que empezaron a cicatrizar las heridas internas. Ahora con sólo verla se me eriza la piel y no me atrevo ni siquiera a acercarme.

Más adelante se encuentra otra tumba: la de aquel ser monstruoso que decía amarme pero que gozaba con mi sufrimiento y me humillaba, ese ente que tenía la cualidad de hacerme caer una y otra vez cual poderosa droga que, aun cuando sabes que te está matando, no puedes dejarla porque crees que es imprescindible para vivir. Fue una decisión titánica alejarme de ese ser atroz para después destruirlo y dejarlo en este cementerio, entre las brumas del olvido. Existen otras cosas más que aquí se encuentran enterradas, ya ni siquiera recuerdo qué cosas son pues por alguna sabia razón las brumas del olvido las han cubierto y eliminado . . . así deberán quedarse por siempre y para siempre.

Ya es hora de regresar y salir, pues marcharme es lo que más deseo antes de que las cadenas se materialicen una vez más y puedan atraparme, antes de que los fantasmas puedan entrar reiterada e inquisitivamente en mis sentidos . . . o que la espada me hiera otra vez con su veneno mortalmente doloroso. Por fin llego a la salida y emerjo, pero me siento cansado espiritualmente: esto ha consumido casi todas mis fuerzas pero he salido afortunadamente. Ahora hago uso de esa magia poderosa para cerrar las puertas nuevamente y espero nunca más tener que cruzar sus umbrales, su puerta sólo deben abrirse nuevamente para regresar esas rosas negras a donde deben estar o para arrojar otro fantasma encontrado, no más . . . porque, a pesar de que la magia tiene la fuerza para mantener cerradas las puertas, ésta me abandona en el interior del cementerio . . . y por eso no quiero volver a adentrarme en él de nuevo . . nunca más.
 


Némesis



Fuente:
Recibido vía e-mail

0 Comments:

Post a Comment



Template by:
Free Blog Templates